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Monday, May 14, 2007

Una alcaldesa entre escoltas y fusiles, tres meses después del carro bomba en Neiva

Mayo 11 de 2007

Una alcaldesa entre escoltas y fusiles, tres meses después del carro bomba en Neiva

Dos policías armados con fusiles vigilan desde una trinchera los tejados que rodean la casa de la alcaldesa de de la capital del Huila, Cielo González Villa.

Cuenta que hasta el primero de marzo salía a trotar durante una hora. Pero el carrobomba que estalló ese día en una emisora donde González Villa iba a dar una entrevista, la obligó a restringir sus salidas.

Ahora, al pie de los uniformados, pero separada por una tapia, la funcionaria alista un aparato para hacer abdominales. Viste camiseta blanca de algodón y pantalón de sudadera azul oscuro. Es de cabello castaño claro, alta y esbelta.

El gobierno nacional le entregó un carro de mayor blindaje. La cuadra en la que vive la funcionaria fue cerrada y se llenó de
hombres armados.

Tres meses después, para evitar esos traumatismos en el centro de Neiva, la alcaldesa y sus padres alistan el trasteo a un conjunto residencial.

La alcaldesa ya no va a la peluquería. A las 7:38 de la mañana, un estilista de jeans y sandalias entra a su casa.


Junto a las rejas exteriores, un policía de civil, con chaleco antibalas y fusil Galil, se alista para la salida de la mandataria.

"Listo. Cualquier cosa usted reacciona mientras nosotros nos
ubicamos", dice por radio uno de los hombres.

La mujer sale de prisa. Lleva blusa y pantalón cafés. Dice que no se pone el chaleco antibalas por el calor que reina en Neiva, casi siempre arriba de los 30 grados.

Dentro de la camioneta, Cielo González se echa la bendición y mira por el vidrio el movimiento de sus escoltas.

"Esas dos motos me tocó comprarlas después del bombazo", dice. Se refiere a dos aparatos de color negro de más de 500 centímetros cúbicos en los que viajan hombres armados de fusiles.El bombazo, además, acabó de tajo con los consejos comunitarios de los fines de semana.


La mano en la pistola


Algunos contradictores afirman que la mandataria construye obras físicas, pero se olvidó de lo social y endeudó al municipio.

En la Contraloría municipal, sin embargo, no ha prosperado ninguna investigación en su contra. Aunque esa dependencia reclama mayor planeación en las obras para evitar los notorios traumatismos en las vías de Neiva.

Ella dice que es envidia ante el evidente avance urbanístico que se nota en la ciudad. Esas obras son uno de los motivos que tiene la alcaldesa para no renunciar.

"¿Y quién inaugura? Además tengo que lanzarme a la gobernación en cuatro años", dice mientras la caravana avanza hacia una de las zonas más deprimidas de la ciudad.

La funcionaria dice que las Farc no quieren matar a Cielo González como persona, sino a lo que ella representa como uribista y como autoridad máxima de una ciudad estratégica para ese grupo.

"¡Aseguren... aseguren...!, dice el jefe de escoltas. El carro se detiene frente a uno de los diez hogares en los que el municipio les da alimentos a niños pobres de Neiva.

Allí, ni siquiera el aspecto inofensivo de las cocineras persuade al escolta más cercano a la funcionaria de apartar su mano de la pistola que carga entre su chaleco antibalas.

La alcaldesa se despide diez minutos después. Dos escoltas sacan sus armas.

"¡21... 21... 10-06!", urge alquien a través del radio.

El operativo se repite en un barrio favorecido con un programa de arreglo de viviendas.

También en tres obras viales y, hacia el mediodía, en un lote donde la alcaldesa impulsa un sistema de agricultura urbana para campesinos desplazados.

Estos la reciben con una ensalada de frutas. Ya saben que la alcaldesa no come sancocho. Ni el carrobomba le pudo quitar una obsesión casi enfermiza por el peso. Cuando era pequeña le decían 'gorda' y ahora almuerza con 90 gramos de proteína, 20 gramos de galleta y un jugo sin dulce.

Después de almuerzo, la alcaldesa se encierra en su despacho. A las 7 de la noche hace su última aparición pública. Baja en ascensor y camina rodeada de escoltas los 46 pasos, en diagonal, hasta el Club Social de Neiva.

Sale una hora después para treparse al auto blindado. Dos pistolas le cuidan la espalda.

Texto y fotos: JOSÉ NAVIA
Envíado Especial EL TIEMPO

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